lunes, 14 de febrero de 2011

Discrecionalidad, democracia y transformaciones.

   La Convención sobre los Derechos del Niño fue llamada por el ex director ejecutivo de UNICEF James Grant y principal artífice político de la convención, como la primera ley de la humanidad ya que es el tratado internacional que más ratificaciones ha tenido a lo largo de la historia, 191 países lo hicieron. Solo un país no la firmó… Estados Unidos.

   Eduardo Bustelo en su  libro “El recreo de la infancia”, entre otras variadas y piolas ideas, desarrolla un análisis de La Convención, marcando algunos (varios) puntos sobre las limitaciones que tiene ésta. Pero mas allá de todas las objeciones que realiza, afirma que la Convención “implica la posibilidad concreta de terminar con toda una cultura de la discrecionalidad de los padres, maestros, funcionarios, niñólogos, especialistas, periodistas independientes,  poder judicial y las ONG”[1]



   Esta ruptura de enfoque radica en que sin eliminar por completo, cambia algo que ha sido fundamental en las relaciones entre las niñas/niños y los adultos, que es la discrecionalidad. La voz de los niños y niñas es reconocida por la convención, le da entidad, es fuente fundamental de legitimación. Marca e intenta instalar un nuevo paradigma, como rector de la relación de los pibes y pibas con los adultos. La reducción de la discrecionalidad tiene una fuerte correlación con la democracia, con su profundización.

   ¿Qué nos marca buscar disminuir la discrecionalidad? Que es necesario escuchar la voz de los pibes y pibas, que es necesario el diálogo genuino a la hora de tomar decisiones que los y las incluyan; que nos replanteemos sinceramente nuestras prácticas (las intervenciones, las redenciones, los abordajes). ¿Nunca escucharon los términos intervención, abordaje, cuando se refieren a un pibe o una piba? Presten atención es muy común escucharlo en juzgados, equipos técnicos, trabajadoras sociales, mundo psi o en ámbitos de especialista de la niñez (niñólogos). Abordaje, imagínense ustedes abordados. ¿No suena a barco pirata que ataca a otro para robarlo?

   Si hacemos un primer paneo salta a los ojos la discrecionalidad manifiesta en muchos y muchas de los funcionarios, del poder judicial, de los profesionales de la salud, de las maestras y también de la familia; pero escarbando un poco (no tanto) se nos muestra de manera clara la absoluta discrecionalidad por parte de las y los educadores de las ONG, organizaciones sociales, 
organizaciones políticas, etc. Cuesta romper una creencia básica: a los pibes y pibas hay que darles lo mejor, aunque ellos no lo quieran, por que no se dan cuenta, porque no saben lo que les conviene.
   El paradigma del patronato sigue vigente. Más conservador en algunos, más progre en otras; más técnico, psicológico, jurídico a veces; más social otras.
  
   Decíamos que eliminar la discrecionalidad (o por lo menos disminuirla) siguiendo  el camino de la Convención, esta ligado directamente a la democracia y a la profundización de los cambios que vienen sucediendo en el País. Menos discrecionalidad, significa menos abuso y menos autoritarismo  y por consiguiente más dialogo, respeto y valoración. Este tiene que ser nuestro piso, de acá tenemos que partir.

   No tenemos que construir un mejor mañana para los pibes y pibas; tenemos que construir un mejor presente con los pibes y las pibas; escuchando realmente lo que quieren, lo que les gusta. No pensando que es lo mejor, no tutelándolos en nombre de nuestras mejores intenciones.

   Si somos coherentes tenemos que asumir el compromiso político de escuchar lo que quieren decir los pibes y las pibas. Mal que nos pese.
  
[1] El recreo de la infancia. Bustelo. Pag 114.

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